SARCÓFAGOS DE KARAJÍA

La población de Cruzpata es amable, ofrece artesanía preparada con sus propias manos y con mucha inspiración. Pero también se han agrupado para ofrecer servicios de cabalgata. Se puede encontrar a Nelly Reyna Vela, Asunciona Mendoza Chuquizuta, Gladys Arista Mendoza, Sarita Ventura Chuquizuta, Yuri Tomanguilla Cueva, y otros 20 pobladores más quienes tienen listos sus caballos para trasladarlo hasta un paraje cercano del sitio arqueológico.
Los pobladores -en su lengua natal- llaman a los sarcófagos Purunmachos que se puede traducir como “padre viejo” o “difuntos antiguos”. Es decir, aquí se habrían sepultado probablemente a los máximos jefes étnicos. Y el nombre de Karajía se debe –según el guía que nos acompaña, Manuel Abanto Zegarra- a la voz onomatopéyica (ca-ra-ra), el canto de un ave que vive en estas montañas.
Fue en 1984, que gracias a los miembros del Club Andino Peruano, el arqueólogo Federico Kauffmann Doig con ayuda del guía local Carlos Torres Más, lograron escalar 24 metros de pared rocosa vertical, llegando a la gruta donde están los sarcófagos. Estos se encuentran en un farallón que se alza 200 metros de altura, en la margen derecha de la quebrada de Solmal.
En el sitio se encontró un grupo de siete sarcófagos. Dicen que el tercero desapareció posiblemente con un derrumbe ocurrido con el sismo de 1928. Al desplomarse abrió forados a los del costado. Este hecho permitió saber que en el interior se encontraba una momia, sentada sobre un pellejo y envuelta en telas mortuorias. Objetos de cerámica y ofrendas acompañaban al difunto.
Los sarcófagos presentan la presencia de narices sobresalientes que dan la impresión de que se tratara de picos de aves de rapiña, al igual que las mandíbulas son más prominentes que lo normal. Como los sarcófagos eran estructuras huecas, tenían en su interior el suficiente espacio para albergar a un muerto, que previamente debía ser momificado y sentado en posición fetal, además de ser arropado con diversos mantos típicos del pueblo. Originalmente, todos los sarcófagos de Karajía lucían sobre sus cabezas un cráneo ritual que les confería majestad.
Ese mismo año, 1984, el hallazgo fue reportado al mundo luego de las investigaciones de Kauffmann, causando de inmediato gran expectativa en la comunidad arqueológica. Dice el destacado científico, que se trata de rituales mortuorios de la cultura Chachapoyas y fueron elaborados alrededor del año 1400 d.C.
Hoy se ha acondicionado una ruta interesante que conduce a los pies del farallón. Desde este punto se puede ver a los extraordinarios sarcófagos. Lo recomendable es llevar unos binoculares para apreciar los detalles en toda su dimensión. El panorama es alucinante. Los sarcófagos se encuentran suspendidos de cara al abismo, como si estuvieran vigilando el desarrollo de la vida del valle.
Las grutas en que se depositaron los sarcófagos fueron excavadas por los Chachapoyas. No se trataba de protegerlos contra los buscadores de tesoros, porque en el antiguo Perú había un profundo respeto por los difuntos, tanto que ni siquiera sus pertenencias debían ser tocadas, pues, tenían la creencia, que el profanador podría sufrir la parálisis de alguno de sus miembros o morir por venganza del difunto.
El hecho de recurrir a lo alto de los precipicios debió ser inducido por el deseo de protegerlos de las furias del tiempo. Ciertamente, al asomar a la roca calcárea del barranco de Karajía, no se ve que crece vegetación en el sitio, de manera que no concentra humedad que atente contra la conservación. Sin duda, los Chachapoyas eran grandes escaladores, arquitectos, tejedores y conservadores.

Pero los de Karajía no son los únicos. El paleontólogo Klaus Hönninger Mitrani, quien realizó trabajos de investigación en la zona, ha reportado 270 cementerios. De manera que hay sarcófagos en Solmal, Yambata, Chipurik, Lic y Tingorbamba. Pero los de Karajía son los mejor conservados.
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